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¿Delincuencia? Empezar desde arriba

Publicado: 2016-10-24

Nuestra sociedad está viviendo un incremento de la delincuencia: robos, secuestros, asaltos, violaciones. Para muchos la solución pasa por ampliar el uso de armas de fuego en la población civil, como defensa personal. Sin embargo, los países que son permisibles en ello, Estados Unidos a la cabeza, debaten justamente sobre poner restricciones al uso de las armas dadas las fatales matanzas que se han sucedido a lo largo de su historia y que sólo han ido incrementando en víctimas mortales. Lo cual debería persuadirnos de que la solución no pasa por ahí. 

Se tiende también a culpar a los pobres, a la clase baja, de ser los únicos perpetradores de estos delitos, pero nadie se pregunta de dónde y cómo surgieron estas clases bajas y cómo el Estado y la sociedad en general ha contribuido a que un amplio sector de la población del país tenga que vivir en condiciones de miseria y necesidad. A su vez en nuestro país tenemos un montón de delicuentes de las clases altas, porque delincuencia también es evadir impuestos, robarse el dinero de las pensiones, malversar fondos del Estado, todo lo cual repercute directamente en la población y la afecta, la empobrece: genera déficits, falta de recursos, mala atención en salud, en educación. 

Por eso aquí mi reflexión sobre tres medidas que se deben cumplir, empezando desde arriba:

1. Sanciones ejemplares a delitos ejemplares

Las leyes están para cumplirse y al cumplirse disuadir a los que quieren actuar fuera de la ley, para evitar así los castigos, en primer lugar la cárcel. Pero en un país en el que hemos visto a un presidente entregar cuatro mil indultos a los narcotraficantes, y no pasa nada; en un país en el que los congresistas son los que más denuncias de malversación, narcotráfico e incluso violencia familiar tienen, y no pasa nada; cuando los candidatos a la alcaldía de nuestra capital ganan elecciones con el lema “roba pero hace obra” y alcanzan el cargo en tres oportunidades; ¡y no pasa nada! Todo ello funciona como alentador del crimen en las bajas y altas esferas.No nos debe sorprender por tanto que haya un grupo amplio de la población que también quiere seguir ese camino “fácil” de la delincuencia, fácil en un país en el que la clase política que es la clase ejemplar y la clase que debe velar por el bien común, roba al pueblo en sus narices, donde el poder judicial puede ser comprado, donde los delitos no se pagan sino que se borran, se olvidan. 

Por tanto, la primera medida sería que se investigara y castigara a quienes han cometido delitos que afectan a la población en su conjunto, porque esos narcotraficantes indultados están ahora moviendo sus mercancías en nuestro país, esos congresistas están permitiendo a sus amistades hacer negocios ilícitos, esos alcaldes están robándose la plata del pueblo con la que se debería mejorar la ciudad y sus servicios.Hay iniciativas ciudadanas muy importantes como aquella que está recolectando firmas para pedir cuentas claras al actual alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, no para revocarlo, sino para que como funcionario público demuestre cómo y en qué se gastó el dinero de la ciudad. 

También es cierto que ha habido varios intentos de juzgar a Alan García, pero su alianza con el partido fujimorista ha impedido que éstas lleguen a una sanción real. En el pasado la inmunidad parlamentario sirvió para evitar que de mala fe se impusieran falsas acusaciones que impedían a los políticos desempeñarse en cargos públicos, pero ahora la tortilla se ha volteado y son los que tienen cuentas pendientes con la ley los que buscan perpetuarse en el poder hasta que sus delitos prescriban. Se tendría que hacer ahí una reforma, sea para la no prescripción del delito en estos casos o para evitar que personas de dudosa moral lleguen al poder. Sin embargo, el camino no es fácil cuando se ha instalado el cinismo y los deliencuentes y los corruptos salen enbanderando la legalidad con total desparpajo.

2. Derechos laborales y defensa del trabajador

Cuando Alberto Fujimori cerró el congreso el 5 de abril de 1992, en el autogolpe que le daría el poder absoluto sobre el legislativo, el poder judicial y las fuerzas armadas constituyéndose así en una dictadura, ese mismo día se anularon doce leyes laborales que defendían a los trabajadores y sus sindicatos. Previamente, en 1991 se había aprobado la Ley de Fomento del Empleo (DL 728) y la Ley de Relaciones Colectivas (DL 25593), que a la larga generó la desaparición de los sindicatos y dejó abierta la incursión de los “services”. Ese fue el “incentivo” a la inversión extranjera que desarrolló el fujimorismo, que en otras palabras era decir “véngan a explotarnos, por favor”. Catorce años después los trabajadores no reciben el sueldo mínimo, no tienen seguro, ni beneficios. ¿Para qué trabajar entonces? 

Muchos jóvenes que se esfuerzan, que son cumplidores, honestos tienen que lidiar con empleadores que no les pagan, que los despiden arbitrariamente, que los humillan cuando ellos sólo han trabajado como debe ser o cuando piden un permiso o cuando exigen que les paguen horas extras, como es su derecho. Conozco de cerca un caso en el que fue necesario hacer una denuncia en el ministerio para conseguir que se le retribuyan los meses adeudados a un joven que por efecto de este maltrato sufrió consecuencias emocionales, ataques de pánico y ansiedad que hasta hoy continúan. Por eso los jóvenes prefieren ir por el lado “fácil” la delincuencia, en una sociedad en la que el esfuerzo, el trabajo, la honestidad no es valorada, no es reconocida. Lamentablemente estamos llegando a un punto en el que ser honrado es sinónimo de ser “tonto”, de ser objeto de abusos.

Lo primero que hacer a este respecto es que se debe legislar a favor del trabajador. A su vez se deben hacer cumplir esas leyes, el Ministerio de Trabajo debe velar porque los trabajadores no sean explotados y sancionar severamente a las empresas que no cumplen sus obligaciones con los trabajadores. Si un negocio que no da boleta o factura es cerrado inmediatamente por la Sunat que envía a sus trabajadores a observar, igualmente cómo no cerrar una empresa que maltrata a los trabajadores que son el corazón de la economía y del país. El Estado debería ser el principal difusor de los derechos de los trabajadores, que ellos conozcan y sepan que si son violentados tendrán las leyes y al gobierno de su lado. Eso significa un cambio radical de la situación actual y tal vez con una mayoría corrupta sea difícil lograrlo en lo inmediato.

Señor, señora, si usted tiene un empleado, una empleada, págele como es debido, dele los beneficios que le corresponden por ley, si es buen trabajador dele incentivos, así estará contribuyendo a que haya menos delicuencia porque esa persona podrá vivir de su trabajo, podrá estar orgulloso de ser honrado, de ser un buen trabajador, de ser recompensado y también llegará contento a su casa.

3. Sembrar valores

De este modo, con sanciones ejemplares y con el cuidado de nuestros trabajadores se contribuirá a que la familia vuelva a ser un espacio de acogida de los hijos, porque ahora ante la precariedad del trabajo y la falta de derechos, madre y padre tienen que salir a trabajar, ahí donde antes un sueldo (o dos medios sueldos) bastaban para una familia. Los padres se podrán alternar las respolsabilidades y ese hijo, esa hija, no quedará solo. La iniciativa ciudadana de rechazar la violencia hacia la mujer, la violencia intrafamiliar, que ha reunido a más de medio millón de peruanos en la capital y otros miles en el resto del país, nos dice que se va tomando consciencia de que la mujer debe ser respetada en la casa y en la calle, por tanto se podrán denunciar estos delitos y no quedarán impunes, haciendo del espacio del hogar un espacio armónico, de tranquilidad y alegría para los hijos. Criando hijos felices también garantizamos que se vayan a convertir en personas de bien, con ideales, con amor hacia su patria, trabajadores orgullosos de hacer algo por sí mismos y por su país.


Escrito por

Bethsabe Huaman Andia

Escritora peruana. Crítica literaria. Cinéfila. Vegetariana. Lectora de los libros y de la vida.


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