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Dos futuros posibles

Indiana y Paz Soldán

Publicado: 2015-09-23

No vamos a problematizar lo que es la ciencia ficción, ni mucho menos la enunciación de una ciencia ficción latinoamericana, vamos a asumir esas dos categorías para hablar de los libros Iris, de Edmundo Paz Soldán (Bolivia) y La mucama de Omicunlé, de Rita Indiana (República Dominicana). Ellas nos presentan dos visiones del futuro en las que me interesa reflexionar, en cuanto a sus diferencias y similitudes.

La utopía de un futuro de armonía y paz parece haber sido desechado, si es que alguna vez existió. Ambos libros plantean un futuro abrumado por las diferencias raciales, por la contaminación y por la supremacía de los grandes capitales.

De primera impresión Iris produce un extranamiento ante una nutrida gama de palabras absolutamente desconocidas para el lector. Un lenguaje que intenta ser fundador y primer artífice de ese mundo futurista, como los efectos especiales que impiden vínculos directos con nuestra realidad. Sin embargo, una vez se concluye con la primera parte, narrada desde el punto de vista de Xavier, un shanz que patrulla el Perímetro, comprendemos las referencias y a pesar de su sonido extraño, nos damos cuenta que nos remiten a conceptos y cosas conocidas: policías, drogras, videojuegos.

El lenguaje en La mucama no es el énfasis donde la realidad nos es extraña, si bien hay algunas referencias nuevas (como los PriceSpy), aquí es el tiempo y el espacio, la posibilidad de estar en varias épocas en un mismo momento, experimentar vidas paralelas, lo que pretende ser la base de ese universo futuro, que no va más allá del 2024, pero que se remonta a los piratas del caribe. Sin embargo, esa alteración de la realidad o del orden racional sólo es vivido por algunos personajes en la novela, los demás desconocen de esas anomalías. En cambio en Iris, el universo es apremiante para todos y si en su interior siguen siendo los mismos, todo a su alrededor los enajena y actúa en su contra. Sentimientos como el amor o las relaciones de parejas parecen no tener cabida en Iris, parecen haber abandonado el universo para dejar sólo la posibilidad de que hombres y mujeres se usen entre sí.

Ambas novelas se desenvuelven en sociedades estrictamente clasificadas, donde las diferencias antes que desaparecer se han acentuado, donde la explotación se ha exacerbado, entre negros y blancos, entre hombres y mujeres, o entre los irisinos (procedentes de Iris) y los representantes de la compañía SaintRei y el planeta Munro. Hay seres “desechables”, marginales, en ambos casos, signados por sus rasgos de piel o procedencia: “Al reconocer el virus en el negro, el dispositivo de seguridad de la torre lanza un chorro de gas letal e informa a su vez al resto de los vecinos, que evitarán la entrada al edificio hasta que los recolectores automáticos, que patrullan calles y avenidas, recojan el cuerpo y lo desintegren” (Indiana 11). “Song se fue acercando al irisino. Xavier lo observaba por el rabillo del ojo: la ropa sucia en jirones, un mendigo de los tantos que pululaban por las calles peleando por la comida con los perros y los lánsès” (Paz Soldán 17).

Tal vez por el protagonismo que cobra lo mercantil en ambos mundos, la explotación de las minas en Iris y el precio de todo lo viviente en el Santo Domingo del futuro, la religión viene a inmiscuirse en todos los aspectos de la vida, viene a organizar la forma de pensar o incluso a destruir el mundo existente. En Paz Soldán es Xlött, en Indiana es Olokun y los dioses de procedencia africana en la isla. La forma en que la religión actúa es encarnada en el mecenas, el salvador: Orlewen o Roque, Giorgio, Acilde. Aquellos que lograrán superar la destrucción, el miedo, las diferencias sociales y fundar un mundo nuevo.

Lo más resaltante en Indiana es su interés en las diferencias de los sexos, mujeres que pueden convertirse en hombres y hombres que pueden convertirse en mujeres por acción de un Rainbow Bright “una inyección que ya circulaba en los círculos de ciencia independiente y que prometía un cambio de sexo total, sin intervención quirúrgica”(20). Y en Paz Soldán por el abrazo de Xlött: “Los irisinos pertenecían a diferentes clanes –el del lánsè, el de la dushe, el de los goyots-; en algún momento de sus vidas recibían un llamado que los obligaba a dejar todo lo que tenían. Ese llamado era conocido como el verweder: según la tradición, los irisinos debían caminar hasta toparse con su muerte a través del abrazo de Xlött”(29-30).

Tal vez en el desdén de la ciencia y la centralidad en lo que separa a unos y otros se aprecia más la vocación realista que se oculta bajo la construcción de mundos futuros que, sin embargo, no nos son tan lejanos ni en el tiempo ni en el espacio, en la medida en que ya en el presente del lector se siente la inminencia de esas problemáticas: la desigualdad, el desprecio por los otros, la individuación de los éxitos y la globalización de los fracasos humanos.

Me parece muy positivo e importante que en el diagnóstico y la fantasía de lo que vendrá, los autores latinoamericanos tengan algo que aportar, proyectando problemáticas que no pueden ya verse como locales, sino justamente como universales y que no podemos ni debemos expulsar de nuestros pensamientos, a fin de encontrarles, tal vez, posibles felices resoluciones en nuestros sueños.


Escrito por

Bethsabe Huaman Andia

Escritora peruana. Crítica literaria. Cinéfila. Vegetariana. Lectora de los libros y de la vida.


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