- Pequeña flor
Un sólo párrafo interminable, como se anuncia en la contratapa, es esta novela breve de Iosi Havilio (Buenos Aires, 1974), su quinta entrega como escritor (2015). Un incendio en la fábrica donde trabaja obliga a José a quedarse en casa a cuidar de su pequeña hija, Antonia, mietras que su mujer, Laura, cancela su año sabático y vuelve apresuradamente al trabajo, en condiciones desfavorables que la enajenan.
La historia entremezcla dos pulsiones opuestas. De un lado: energía, asombro, plenitud; al interior del hogar, la consolidación de un lazo afectivo determinante con su hija, el abrazo gozoso de la paternidad como compromiso con el mundo y la vida; la pasión por la naturaleza, en ocupaciones en el jardín y el vivero municipal. De otro: la necesidad de la violencia, el esteticismo de la muerte, el vacío frente al mundo de la casa; su monotonía al ser vista como el confinamiento a la mediocridad, la inferioridad, la falta de ambición.De modo que en el cambio de roles, José sufre la casa como una cárcel, se siente disminuido por su rol de cuidador del hogar, pero Laura no adquiere el orgullo ni la soberbia del poder económico. Ella se siente defraudada por José, a quien demanda el retorno a una ocupación “productiva”, el soporte económico y afectivo del hogar. Adquiere sí Laura ciertas licencias sugeridas por el texto, como la libertad y la permisibilidad sexual. Sin embargo, el ejercicio de la sexualidad es algo a lo que a pesar del cambio de rol, José no sólo no renuncia, sino que ejerce sin culpa.Fuera de algunos proyectos que lo entusiasman, como la recuperación de la música o la creación de una huerta, lo que le ocurre a José no es que las tareas de la casa lo sobrepasan (esa constante e interminable sucesión de actividades imposibles de evitar), sino que se aburre, que la casa y el cuidado de su bebé, es muy poca cosa para su amplitud de espíritu y su mar de capacidades, aún cuando esa riqueza interior no le permite encontrar ni embarcarse en ningún proyecto, deseo o anhelo de desarrollo personal.Aquí hay una nueva contradicción en el sentido de que las actividades que le ocupan son perfiladas como demasido simples: "a media mañana la casa estaba impecable, el amuerzo preparado y la ropa tendida al sol. A Laura mi actitud le parecía sospechosa ¡Tampoco se trata de hacerse el superhéroe! Le aseguré que me movía una fuerza genuina. Allanados los trabajos menores, pasé a una segunda etapa, la de las grandes obras. Me consagré a vaciar la baulera, aliviar alcantarillas, clasificar ropa vieja destinada a donaciones, a la jardinería" (15).Aunque el personaje contradice cualquier posibilidad de lo cotidiano como un reto, un desafío o una actividad que demanda cualidades que no tiene, antes de mostrar alguna complejidad parece moverse en torno a dos pulsiones bastante elementales y que quieren ser presentadas como naturales: el sexo y la violencia. En otras palabras, a pesar de estar desempeñando un rol socialmente femenino, su búsqueda de sexo y de violencia lo salvan de convertirse “en una mujer”, mantienen a salvo su sagrada masculinidad.El “don” que encuentra José en sí (que no revelaré para no aguarles la lectura a los que no la han hecho aún) y sus experimentos para descubrir si éste es pura imaginación de su mente o un hecho que influye en la realidad a su alrededor, me recordó a El club de la pelea (la versión cinematográfica de David Fincher), esa forzosa (y diría yo patética) necesidad de la masculinidad que aspira a ser hegemónica, de bañarse de sudor y sangre para sentirse plena, en la completa amoralidad, abandonada al puro instinto, animal, sin la intervención o la intromisión de la razón.Si bien la prosa y la historia me parecen cautivantes por su fluidez, su naturalidad para narrar los hechos, su certeza para perfilar las circunstancias y los personajes, me preocupa seriamente la sospecha de que la violencia y la posible locura parezcan consecuencias verosímiles del trabajo doméstico. Me parece que esa premisa impide plantearse la posibilidad de nuevas negociaciones al interior de la pareja, así como en las relaciones sociales entre hombres y mujeres. El hogar no es un reto para José sino un hastío, ello lo libra de entender el discurso de “la reina del hogar”, que es más castrante que el espacio en sí. En otras palabras, aunque José está en la casa, no por eso entiende mejor la cotidianidad como la han vivido las mujeres, ni le otorga nuevos valores a ese universo necesario de la sobrevivencia humana.Hacia el final de la novela, la violencia parece un desvío de su psique por evitar enfrentar pulsiones sexuales socialmente marginales o una forma de encausar la impotencia que la sociedad despliega contra él, al enfrentar su masculinidad con la superioridad económica y jerárquica (es la escala laboral) de su mujer. José puede estar desempeñando un rol menor en la sociedad pero él piensa en sí como alguien que tiene algo que hacer y algo que decir, que no se quedará con la boca cerrada y que llevará ese deseo incluso más allá de los límites permitidos. La prosperidad económica y laboral de la pareja no se ve como algo que redunda en la familia, como se haría si la ejerciera el hombre, sino que es visto por José como un ataque personal por lo que él debe demostrar, de alguna forma, su superioridad (animal).En un mundo como el presente, en el que la violencia está en casi todos los actos, lugares, visiones de nuestra cotidianidad, me preocupa seriamente que se sigan forjando ficciones para justificarla como el recurso último para mantener el orden de cosas imperantes. Y que siga siendo el velo a través del cual cierta masculinidad rechaza internarse en su propia subjetividad, en sus miedos y temores. Si la búsqueda de Laura durante toda la novela es encontrar esa pulsión, ese trauma que la hace infeliz. La de José es obstruir todos los caminos que nos permitan llegar a sus deseos más profundos, a sus anhelos verdaderos, a cierta certeza de los hechos. Por eso no es casual que el final sea abierto porque da cuenta de eso que José no puede narrar, no puede decir en palabras. La búsqueda de la explicación “científica” de su “don”, es otro recurso racional para no enfrentarse a sus sentimientos.Es así que el viaje hacia lo cotidiano que hace José no lo hace más sensible al otro, a la situación de las mujeres, como podría esperarse, ni lo revela contra las circunstancias que lo llevaron a esa posición (el sistema, la ley, la autoridad). Y así, opta por una escritura que no es la de su interior (el cual está totalmente oculto bajo el relato del “don”), sino la fantasía de sus múltiples hazañas y vivencias, en su largo camino por ganarle a la muerte.
Publicado: 2015-09-01
Escrito por
Bethsabe Huaman Andia
Escritora peruana. Crítica literaria. Cinéfila. Vegetariana. Lectora de los libros y de la vida.
Publicado en
Asuntos circunstanciales
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